Nuestros niveles de ansiedad, la tensión acumulada día a día, se pueden focalizar en nuestra mandíbula. Apretamos continuamente la mandíbula como uno de los efectos secundarios más comunes del estrés.
El bruxismo es el hábito involuntario de apretar o rechinar los dientes sin propósitos funcionales y afecta en menor o mayor grado a entre un 10 % y un 20 % de la población. Además de desgastar los dientes, conlleva dolor de los músculos del oído, cuello y mandíbula, así como dolor de cabeza.
También podemos hablar de una disfunción de la TMJ (articulación temporomandibular). La especial sobrecarga en el músculo masetero hace que estos se desarrollen demasiado y que sintamos la mandíbula muy tirante y cansada. Además, el bruxismo hace que desarrollemos prematuramente arrugas en el cuello, desproporción en la estructura facial y dolores muy agudos en la zona.
Una solución eficaz es emplear la neuromodulación directamente en el músculo con el fin de aliviar la presión. No duele, casi no se siente el pinchazo y en quince días el músculo ya pierde fuerza y tamaño. Incluso en el momento se siente un alivio que se extiende por cara y cuello. En definitiva, lo que hace la neuromodulación es paralizar el músculo masetero y disminuir así su actividad.
Si se emplea con regularidad puede incluso llegar a reeducar los músculos para que dejen de apretar. Además, aporta otros beneficios estéticos, ya que ayuda a afinar más el rostro y a definir los pómulos, ya que al suavizar los músculos de la mandíbula el hueso se ve más pronunciado y esculpido.
Es una técnica que no suele presentar contraindicaciones ni efectos secundarios, salvo en ocasiones una leve molestia y algún posible micro hematoma de corta duración, corregible perfectamente con maquillaje.
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